Médium: Eva C. y sus experiencias reales en una sesión mediúmnica

Fenómenos ectoplásmicos con Eva C.

Sesión del 11 de enero de 1918, a las diez y siete.

«Asisten: la Sra. Bisson, el Sr. De Verme, el Sr. Le Cour, el Dr. Geley. Vigilancia y precauciones habituales. Yo vigilo la mano izquierda, la Sra. Bisson la derecha. Luz roja intensa.

Nada se nota de particular, sino que Eva está con la regla hace algunas horas. Ya dormida cae rápidamente en trance y casi enseguida empieza el fenómeno. Este se desarrolla por completo ante mi vista. Las manos de Eva están bien a la vista sobre sus rodillas. Entre el pulgar derecho y el izquierdo, que estaban en contacto, se forma una membrana que les une. No puedo darme cuenta si el ectoplasma ha salido del pulgar derecho, del izquierdo o de los dos simultáneamente. 
 
Desde que ha empezado el fenómeno, Eva separa sus manos lenta y regularmente. La membrana se alarga y se extiende como lo haría una membrana de caucho que uniera ambos pulgares. Mas, el contrario de lo que haría un tejido de caucho (y esta observación es muy importante), la membrana ectoplasmática aumenta, engruesa, al mismo tiempo que se alarga. No hay, que yo sepa, ningún medio de simular fraudulentamente este fenómeno.
 
Poco después forma la membrana un cordón ancho y grueso que, ante mi vista, toma la forma clásica de una franja de epiploon. En ese momento, y sin soltar la mano izquierda de Eva, provoco un relámpago eléctrico con el aparato Courtier. (Había dos aparatos fotográficos preparados). Después del relámpago y de la sacudida dolorosa visible que le produce al médium, continúa al fenómeno.
 
En medio de la masa ectoplasmática veo aparecer dos dedos. Son dedos índice y medio bien formados, provistos de uñas, anatómicamente perfectos. Son de color algo obscuro, como si tuvieran cianosis.  Los toco con precaución. Tienen temperatura inferior a la normal. Estos dedos están vivos, ejecutan movimientos de flexión y de extensión. Mientras los observo, y sin razón aparente, los veo en un instante disolverse y desaparecer.
 
Las manos de Eva quedan vacías, visibles y limpias. Duración total del fenómeno: un cuarto de hora.
Al cabo de unos cinco minutos reaparecen progresivamente los dedos en el espacio que hay entre las manos de Eva; pero esta vez sin acompañarse de substancia amorfa. Por segunda vez desaparecen instantáneamente. Luego, y también en el espacio que separa las dos manos de Eva, veo una masa opaca del tamaño de una nuez. Es una forma indeterminada. Eva exclama gimiento: «¡Es una cara!» Mas yo no he distinguido nada bien determinado. A su vez esta ectoplasmia desaparece sin que se hayan movido las manos de Eva. Eva nota que la abandonan «las fuerzas».
 
Se levanta la sesión.
 
Duración total: hora y cuarto.»


Sesión del 12 de febrero de 1918, a las diez y siete

«Asisten: la Sra. Bisson, la Sra. De Vesme, el Sr. Le Cour y el doctor Geley.
Vigilancia y precauciones habituales.

Eva está muy animada. Anoto, a título documental, las siguientes palabras que ella me dijo a su llegada: «Desde hace veinticuatro horas noto a mi lado la presencia de una mujer que quiere mostrarse.» 
 
En cuanto se duerme queda en trance: emite largos quejidos y da gritos análogos a los de una mujer en el acto de dar a luz. Luego se calma, poco a poco, sin que nada aparezca. Pienso en aquel momento que la sesión va a ser negativa. Mas de pronto, exclama la Sra. Bisson: «Ahí está… en la cortina.»
 
En efecto, por encima de la cabeza del médium, entre las cortinas, viniendo del lado derecho, se ve una cabeza de mujer, Se halla a la altura normal de una mujer de pie; no se ve más que la cabeza, que emerge entre las cortinas. La materialización de esta cabeza es perfecta. Tiene un rostro vivo, de dimensiones normales, con ojos expresivos y color fresco. Este rostro es muy bello y los circunstantes lo contemplan, comunicándose sus reflexiones admirativas a media voz.
 
Emocionado y sorprendido, me olvido de oprimir la pera de goma destinada a producir la explosión para la fotografía. No pienso en ello hasta el momento en que la aparición, sin duda molestada por la luz, o por nuestra atención concentrada en ella, se retira detrás de las cortinas. Esta escena, tan clara, ha sido muy corta: unos cuantos segundos. Luego, durante un cuarto de hora aparece y desaparece la misma cabeza, de tamaño natural unas veces, de dimensiones más reducidas otras, pero siempre muy claramente. No acierto con el momento favorable para producir la explosión.
Por fin, la cabeza, reducida a los dos tercios del natural, viene a situarse ante el pecho de Eva, de perfil, y oprimo la pera de caucho. La luz estalla. Después de la explosión veo la cabeza un momento en las rodillas de Eva. no he visto nada del busto; después desaparece todo instantáneamente. Es de observar que en esta sesión no he visto substancia ectoplásmica original, ni he asistido a la formación progresiva de la cabeza fotografiada. Esta cabeza apareció de pronto, completamente materializada, entre las dos cortinas. Son de notar asimismo las variaciones de tamaño de la cabeza, unas veces de tamaño natural, otras reducida considerablemente.
 
La vigilancia antes, durante y después de la sesión, no ha dejado nada que desear. Estoy absolutamente cierto de que Eva no ha podido traer ni llevarse una cabeza de muñeca, ni simulacro alguno de otra clase. Aun admitiendo esta hipótesis, no tendrían explicación las variaciones de tamaño.»


Sesión del 11 de marzo de 1918, a las diez y siete.

«Asisten: el doctor Calmette, la Sra. Bisson, la Sra. De Vesme, el Sr. Le Cour y el doctor Geley.
Vigilancia y precauciones habituales.

Durante toda esta sesión han estado las cortinas constantemente entreabiertas y he podido observar todas las génesis del fenómeno.
 
Tras una espera de tres cuartos de hora comienza el trance doloroso. De repente veo una nieblecilla del tamaño de una naranja que flota a la izquierda de la médium. La neblina se detiene sobre el pecho de Eva en la parte alta del lado izquierdo. Primero es una mancha vaporosa poco señalada; luego la mancha crece lentamente y se extiende y aumenta en espesor. Aumenta su visibilidad, luego disminuye, vuelve a aumentar. Después la mancha se mueve de izquierda a derecha y de derecha a izquierda.
 
Por último, y bajo observación directa, se ven modelarse los rasgos y el relieve de un pequeño rostro. En seguida aparece la cabeza, ya bien formada, rodeada como de un fino velo. Esta cabeza se parece a la de las precedentes sesiones. Cambia de lugar con frecuencia; la ve a la derecha, a la izquierda, encima y debajo de la cabeza de Eva, en sus rodillas, entre sus manos. Varias veces desaparece instantáneamente y luego reaparece. Al fin se reabsorbe en la boca del médium. Luego, de pronto, exclama Eva: «Esto cambia; es la fuerza». Los circunstantes perciben entonces golpes a través de la cortina. (Las manos y las rodillas están a la vista y sujetas.)
 
En esta sesión he tomado varias fotografías, todas logradas.»

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